sábado, 1 de noviembre de 2008

“Amor Paternal”



 

            Un fuerte bocinazo me vuelve a la realidad, frente al volante de mi instrumento de trabajo he pasado ya 15 años frente al mismo y ya viejo volante. Estoy en un taco que inunda y sumerge a la ciudad en un lago de ruidos y malos sentimientos; es temprano y llevo a la gente a su lugar de trabajo; en las mañanas hago de pirata; cobro mil pesos por cabeza, por traerlos hasta la alameda; así ahorro mi plata para comprar la bencina para poder moverme todo el día. Sin bencina mi alma y mis deseos no se mueven yo estoy compenetrado con mi auto somos uno ser. Cuando una tuerca se suelta, yo la siento en mi alma, el auto para mí es otra extremidad, que sin ella no valdría la pena levantarse y  ver como sale el sol...

            Son las 11:00 AM, paso por la calle Compañía cruzando el paseo  Ahumada un dedo en el aire detiene mi andar y la cara de Gabriela Mistral se incrusta en mi mente produciendo una sonrisa en mi rostro me detengo frente a un traje gris con su respectivo maletín; un hombre de 30 años  con lentes y peinado finamente un ejecutivo triunfador. Se instala en el asiento de atrás, con la velocidad del deseo de ganar dinero me crece, presiono el botón para activar el “Taxímetro” que con sus grandes números verdes va martillando el precio. El tipo se dirige hacia el otro extremo de la ciudad la parte bonita y glamorosa donde los negocios y el dinero sobran, Gabriela en mi mente ha sido cambiado por Arturo Prat, es la primera carrera del día podre parar la olla pero tengo que planear  el trayecto mas lento y con mas vueltas para poder agregar un poco de monedas “para la bencina”; el tipo va en silencio abriendo su maleta  y revisando unos papeles muy concentrado sin notar que yo voy adelante; trato de meter una pequeña conversación, para disimular las vueltas que quiero meter al taxímetro, pero mis palabras chocan ante la indiferencia y concentración del “Ejecutivo”. Un poco aburrido enciendo la radio y comienza a brotar de los parlantes  la música de “Fiesta Eterna”, el sound  enciende mi imaginación  y el desfile de imágenes de  las minifaldas compitiendo contra la gravedad, las piernas suaves de las bellas niñas moviendo su celestial poto, sin que ningún sexo las haya penetrado todavía estan  cerraditas y virginales, una erección se nota a través de la tela de mi pantalón, un sudor de manos, comienza a diluirse en el volante, mi pie derecho presiona cada vez mas fuerte el acelerador,  quería deshacerme del tipo, que me pagara luego y se fuera.  La música insta a mi sexo a buscar un agujero joven y casto, la lujuria y el sub-mundo del porno llama a gritos a unos de sus hijos. Tengo 49 años y me siento solo, mi ex esposa me abandono, por un pene mas  joven y profesional, el auto y yo no podíamos mantenerla contenta...

            Llegamos  al destino  y el tipo se baja sin darse cuenta, deja su celular,  gracias al descuido de mi estúpido cliente puedo ganar unos pesitos extras, lo tomo y lo apago, lo guardo en la guantera, doy una vuelta en “U”, y regreso al centro de Santiago, todavía pensando en un par de tetas  de una pequeña, debo aprovechar que la erección todavía sigue latente, cada cuadra que traga mis ruedas, mi pie va presionando el acelerador y la sangre se estanca en mi entrepierna.  Atravesando el parque forestal, diviso la Estación Mapocho, lugar donde reposa una antigua tradición la del “Roto Chileno”, gracias que en los sectores que rodean aquella monumental edificación esta lleno de bares de mala muerte y “Topless” re-baratos, donde podré conectar mis deseos oscuros, con mi carne, estaciono mi auto en una calle cercana a aquel “topless”,  de la guantera saco una peineta, un par de cigarrillos y la colonia que me regalo mi hijita, en Santiago hace un calor y el movimiento por aquí es fuerte ya que el Mercado Central, esta en la hora “Peak”, mi única preocupación es llegar lo mas luego y tocar un jugosa Vagina. Estoy mas que listo, la cuadra se acaba y las puertas del erotismo económico se abren y de entre ellas aparece un conocido “Paje”...

 

!Hola!, Pepe, tanto tiempo hueon!, me dijo

Hola!, Pos Hombre, si ¿oye ando medio apurado, necesito que alguna niñita de ahí dentro me corra una paja, me haci el favor?

Claro!, Pepe en la mañana esta floja la cosa, y las cabras están puro hueviando allí dentro, póngale no mas, con confianza

 Vale Compadrito, usted sabe, cuanto quiera una carrera gratis, ¡llámeme!

 

            Abro las cortinas del local y me encuentro con las niñas en ropa interior, haciendo el aseo del local,  aquella escena volvió a abrirme el apetito sexual que tenia antes y mi erección volvía a manifestarse, me senté a disfrutar de aquel místico y erotizante “Ballet” de tetas y culos por doquier, luego de estar hipnotizado, una puerta se abrió y de ella salía la criatura más juvenil y jugosa que había en aquel recinto, era de una piel blanca y firme unas caderas de una niña, unos labios rojos sangre, aproximadamente tendría unos 17 años, traía en su cara un antifaz, era una niña haciendo cosas de mujeres, la llame con el dedo, ella se acercó vacilante tenia un paso ebrio, llego frente a mi y coloco su dulce trasero En mi entrepierna, estoy agradecido por la atención, me ofreció una piscolas (para ella y para mi claro, por que tengo que “consumir”) le acepte la invitación y se paro hacia la barra mientras que mis ojos se deslumbraban con sus bellas piernas, llego y comencé a “correr mano” su cuerpo es increíble, no aguante este preámbulo y la lleve hacia el privado que costaba un poco mas de quince mil pesos, era un cuarto oscuro, con un olor a líquidos sexuales ya secos, había en aquel cuartito un asiento trasero de un furgón que servia de nido amoroso, le baje las pantaletas y la forcé a ponerse en cuclillas, tome el cierre y saque hacia fuera mi sexo, tomándola de la cabeza, la conduce al sexo oral, esos bellos dientes se topaban con mis vellos pubico, estaba en el cielo, el jardín del placer había comenzado, cuando de pronto unos gemidos comenzó a emitir la niña, fue música para mis oídos, la estaba llenando de placer a mis cuarenta y nueves años, todavía era un semental, acabe y aparte sus labios de mi entrepierna, no quería ensuciarme mis nuevos pantalones, ella en cuclillas se limpio, mirándome, se notaba tensa, un escalofrió de moribundo atravesó mi espalda, ella se reincorporo y saco de su cara su antifaz, estaba oscuro y lo único que notaba era unos ojos cristalizados por las, lagrimas, acerco sus labios hacia mi oreja y dijo:

 

“Te quiero mucho, papito”...

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